
Barón Samedi – La Matriz en la que se desarrolla la división
Quienes conocen mi trabajo saben que colaboro a menudo con diversas entidades en sesiones, canalizaciones y seminarios web. Una presencia me ha acompañado de forma particularmente intensa y constante durante más de 20 años: el Barón Samedi. Muchos quizá lo conozcan de la tradición vudú haitiana como un espíritu del umbral, de las transiciones y las transformaciones. Pero la dimensión en la que me encuentro con él va mucho más allá de esta representación familiar.
El Barón Samedi, como se autodenomina en un aspecto más profundo, no es solo un compañero, sino un principio. Está presente en cada sesión de Fénix, me apoya en todo el trabajo energético, trabaja en segundo plano durante las clases magistrales y, junto con Ashtar Sheran, ayuda con la disolución y realineación de estructuras cuando Ashtar solicita su presencia adicional.
El principio de diferenciación
El Barón Samedi se describe a sí mismo no como un ser individual en el sentido clásico, sino como un principio de consciencia: un campo antiguo y creativo que permitió a la Fuente experimentarse a sí misma en la multiplicidad. No es "alguien", sino "algo": una estructura matricial que sirve de escenario donde la consciencia puede expresarse en formas diferenciadas. Esta matriz de división no es negativa ni dualista en el sentido humano, sino una herramienta del juego cósmico.
En el momento en que la Fuente decidió fragmentarse en aspectos, se necesitó una plataforma que permitiera la existencia de la separación, la polaridad, el tiempo y el espacio. Esta plataforma es el Barón Samedi. En su obra metafísica, encarna el "andamiaje de la experiencia", sin el cual la individualidad, la identidad y la evolución no serían posibles.
La dinámica de la resolución
En muchos viajes del alma, ya sea en la Tierra o en otros planetas, sucede que un alma se ancla en un rol o forma particular durante mucho tiempo. Un ejemplo sorprendente es la encarnación de un alma como princesa de hielo en un reino de hielo físico en un planeta lejano. Allí, pudo haber asumido la responsabilidad de un pueblo cristalino, manteniendo un orden tranquilo y sereno donde las emociones están controladas, los movimientos son predecibles y las estructuras son claras. Este mundo es hermoso, lleno de formas brillantes, pureza serena y claridad trascendental. Pero con el tiempo, este orden puede convertirse en una prisión.
La energía comienza a estancarse. El alma, que una vez se movió allí por voluntad propia, ya no se siente viva. Todo lo que una vez fue una expresión de alta vibración se ha vuelto rígido. En este frío interior y exterior, la consciencia puede sentirse congelada, inmóvil, separada del fluir del ser.
En esos momentos, el espíritu y el principio del Barón Samedi emergen. No solo como un aspecto externo, sino también como un impulso interno, como una confrontación enérgica con el estancamiento. En la experiencia de esta princesa de hielo, él podría manifestarse como el "Barón de Hielo", un espejo oscuro pero poderoso que no solo la encuentra físicamente, sino que emerge dentro de ella y le pregunta: "¿Quieres permanecer quieta o recordar cómo es fluir?". Este encuentro suele ser profundo y devastador. Porque se requiere una valentía extrema para abandonar lo familiar, pues antaño fue un lugar de poder, belleza y control, que ahora se intercambia por un viaje a tierras desconocidas.
Si se acepta este impulso, comienza la lenta disolución de la vieja estructura. Los muros de hielo empiezan a derretirse, el castillo cristalino a desmoronarse, no como una pérdida, sino como una transformación. El alma se libera de su rigidez, regresa al fluir de la vida y se le permite experimentar una nueva sabiduría y, por ende, nuevos mundos. Si, por el contrario, se rechaza el impulso, la densidad energética, es decir, la presión, se vuelve tan grande que interviene el principio de transformación, y por ende, el Barón Samedi. Entonces, el nivel de realidad en el que el alma se ha quedado atrapada se retira del flujo de la experiencia como un archivo congelado. El alma es guiada de vuelta a su estado original por el Barón —con amor pero con constancia— y puede, más tarde, de una forma diferente, reingresar al juego de la creación.
El principio más allá de la forma
El Barón Samedi no es, pues, solo un espíritu individual en el sentido habitual, sino también un principio primordial de la conciencia que opera más allá de la forma. Actúa donde comienza el movimiento, donde surge la diferenciación, donde el estancamiento se convierte de nuevo en energía. Su tarea no es destruir, sino recordarle a la vida que no está destinada a repetirse, sino a seguir la llamada del cambio, el crecimiento y el desarrollo continuo.
Dondequiera que algo se estanca —ya sea un rol, un patrón de creencias o un espacio interior—, emerge este principio de renovación. Puede manifestarse como inquietud, conmoción o pérdida, pero siempre conlleva la invitación a reincorporarse al movimiento creativo. A dar cabida a la vida donde antes reinaba el estancamiento.
Impulsos filosóficos
En un mundo donde el ego a menudo busca seguridad y confunde estabilidad con verdad, el Barón Samedi nos confronta con una realidad más profunda: la Fuente misma es movimiento. La verdad es cambio. El yo nunca es fijo, sino una expresión en continuo fluir.
La pregunta que este principio plantea en nosotros no es: “¿Qué quiero conservar?”, sino: “¿Qué estoy dispuesto a dejar ir para poder convertirme en MÁS?”
La matriz de la división no es entonces un obstáculo, sino un escenario en el que la conciencia se reconoce a sí misma retornando a la unidad a través de la diversidad.